He vuelto a mi cuarto. No lo he reconocido. La noche ha pasado. No he dormido.
Detrás de la pared de vidrio, el cielo que era negro se ha vuelto desconocido, las treinta
torres de la defensa se tiñen de rosa. La torre Eiffel y la torre Montparnasse hunden sus
bases en la bruma. El Sacre-coeur parece una maqueta de yeso posada sobre
algodón. Bajo esta bruma intoxicado por sus fatigas de ayer, millones de hombres se
despiertan, ya extenuados de antemano.